The Delhi experience

jueves, mayo 27, 2004

La comunicación con los nativos

Con la cosa del idioma, la India sería el paraíso para los españoles que han estudiado inglés en cualquiera de nuestras academias de idiomas patrias. Aquí, si quieres que te entiendan lo mejor es hablar espanglish puro y duro. Olvidarse de pronunciaciones impecables (nada de desencajarse la mandíbula intentando imitar el acento de Hugh Grant), utilizar el vocabulario más básico, destrozar las reglas gramaticales y poner acento de Carabanchel. Con esas pautas y haciendo cierto uso de la mímica (gesticulando con manos y cara), más o menos se puede hacer entender uno por los indígenas sin grandes problemas.

Otra cosa es entenderles a ellos, que tiene su tela. El oído tarda un tiempo en acostumbrarse a su inglés tintineante y saltarín, a su peculiar pronunciación ("w" germánica en lugar de sajona, o "ere" en lugar de "erre", por ejemplo) y al destrozo gramatical (al formular una pregunta, nada de poner el verbo delante del pronombre, como es académicamente correcto). Por suerte, este inglés está más cerca de nuestro espanglish que de la ortodoxia de Oxford, así que entenderlo por completo es sólo cuestión de acomodar un poco el oído. De todas formas, al llegar aquí es cuando me arrepiento de no haberme apuntado a algún curso de Opening para perfeccionamiento del espanglish.

Y claro, no todo el mundo habla inglés, sólo la gente medianamente instruida, y entre los que lo hablan, no todo el mundo lo hace de forma inteligible. No hay mejor ejercicio para ejercitar la paciencia (de la que hablaré otro día) que regatear con un vendedor que no hable inglés: hazle entender a un vendedor callejero de alfombras que quieres una pieza de esparto de dos metros por uno (aquí no tienen muy claro cuánto es un metro, hay que hablar en pies o en pulgadas), con bandas de colores, con borde en color blanco, que no sea fina para que no se desintegre a las dos pisadas, y aparte otras dos más pequeñas (un metro por medio metro) pero lisas y con el borde no blanco sino marfileño, y todo ello que esté listo para el martes. Ejjjj que lo flipas. Llega el martes y el tipo te puede haber traído una maravillosa estatuilla polícroma con la efigie de sus antepasados, por ejemplo.

Otra cosa de lo más chocante hasta que te acostumbras es la forma que tienen los indios de asentir. En vez de mover la cabeza con nuestro movimiento de arriba-abajo, la mueven hacia los lados, pero no de la forma semicircular en que nosotros negamos, sino haciendo un movimiento de acercar las orejas hacia los hombros, como una especie de péndulo invertido. Como los indios son pura flexibilidad, a ellos les queda un meneo de lo más gracioso y pintoresco, pero sitúese uno delante de un espejo e intente imitar el gesto, y le parecerá estar viendo a Pinocho en pleno Saturday Night Fever.

Por no hablar de los problemas de entendimiento que al principio provoca el meneíto de marras. Por ejemplo, paras un rickshaw y le dices al chófer que quieres ir a tal sitio y le preguntas cuánto te va a cobrar. El tío te dice que 40 rupias, y si te parece mucho (que casi siempre será mucho), le haces una contraoferta por 30. El tipo se lo piensa un poco y luego ves como que niega con la cabeza, y tú como que dices "¿Qué no te interesa? Pues ahí te quedas, será por rickshaws...", y empiezas a buscar otro transportista, y entonces el pobre chófer, desesperado viendo que va a perder las 30 rupias que normalmente tardaría un día entero en ganar con sus clientes locales, vuelve a agitar la cabeza con más intensidad todavía, y tú "Que vale cara mono, que ya me he enterado, ya voy a buscar a otro", y hasta que no dice "Oquei, oquei" o "Come, come" no te das cuenta que el pobre hombre te estaba diciendo que sí desde hacía media hora, y acabas subiendo al auto con el rabo entre las piernas.

En fin, nos hemos hecho el propósito de estudiar hindi, a ver si somos capaces de tender así algún puente a la comunicación. Muchos indios que no hablan inglés se te quedan mirando cuando les dices algo en el idioma imperial con una cara de niño pequeño a punto de echarse a llorar, con una especie de sentimiento de culpa por no entenderte; entonces hay que abandonar el intento de diálogo con una palmadita en el hombro y un "bueno, déjalo". Esperemos que con el hindi no nos suceda a la inversa.