The Delhi experience

jueves, mayo 27, 2004

La paciencia

La India podrá ser la tierra del misticismo y la búsqueda espiritual, pero sin duda el sentimiento que más se desarrolla aquí es la paciencia. Aquí todo funciona a trancas y barrancas, como si estuviéramos en la España de hace 40 años. Que cualquier cosa funcione con normalidad siempre es cuestión de suerte, si no de milagro. Uno puede experimentar el frustrante sentimiento de que se le ha pasado el día de manera improductiva, que no le ha cundido nada, pero claro, para hacer un cierto número de actividades a las que estamos acostumbrados en España el día tendría que durar como mínimo 48 horas, porque si no, como que no da tiempo. No es de extrañar que la India sea el país con menor número de muertes por ataque cardiaco: entre los niveles de colesterol nulos y la pachorra nacional, un indio tiene las mismas probabilidades de sufrir un infarto que una familia madrileña de pasar un agradable día en la carretera de Valencia a la vuelta de las vacaciones de Semana Santa.

La lucha cotidiana contra los elementos tendría que ser convalidada con un Master en Paciencia por la Universidad del Santo Job, por lo menos. En los rickshaws tienes a menudo la sensación de que has tenido la mala suerte de ir a montarte en uno que va a morir en la siguiente cuesta, o que en cualquier momento se va a quedar sin gasolina. Los cortes de luz son tantos (sobre todo en verano, cuando todo el que puede enciende el aire acondicionado) que no es descabellada la idea de comprar unos cascos de minero con lámpara frontal incorporada, para cualquier emergencia. El tiempo que hay que invertir en una llamada de teléfono es el triple del normal, entre las interferencias de la línea, los problemas de entendimiento y lo que se tarda en localizar a la persona con quien quieres hablar. Si vienen los operarios a llevarse de tu casa el aparato de aire acondicionado y vuelven a marcharse alegando que se han olvidado la carretilla (o cualquier tontería por el estilo) y dicen que volverán en quince minutos, puedes estar seguro de que no aparecerán antes de tres o cuatro días. Y si vas a recoger un mueble que tenías encargado hace semanas, lo más probable es que te digan que todavía no está listo y que vuelvas la semana que viene. Sin más explicaciones. Vaya usted a pedir el libro de reclamaciones, vaya.

Hasta para sacar un billete de tren es necesario hacer primero una cola donde te dan un formulario que tienes que rellenar con todo tipo de detalles personales (nombre, edad, sexo, dirección, número de pasaporte, origen y destino del viaje), y luego ponerte en otra cola para la ventanilla donde se vende el billete. Por si no fuera suficiente con los estándares de calidad media-baja con que funciona todo, el monstruo burocrático que se agazapa tras cualquier actividad que tenga que ver con la Administración pública entorpece y ralentiza aún más cualquier trámite.

Por cierto, los indios se comportan como auténticos cafres cuando tienen que guardar una cola. Aparentemente mantienen cierto orden y se ponen en fila (india, claro) esperando su turno, pero en cualquier momento se abalanzarán hacia la ventanilla como posesos ultrasures espoleados por un gol de Zizú, y si estás un poco despistado te arrollarán sin la menor compasión. Qué impacientes, de verdad.

1 Comments:

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    By Anonymous Anónimo, at 7 de marzo de 2007, 10:43  

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