The Delhi experience

jueves, mayo 27, 2004

Los puntos sobre las íes

- A ver un momento. No confundamos las cosas. No sé si hasta la fecha en estas pequeñas crónicas he dado la impresión de que la India es un sitio poco recomendable para vivir.
- Pues sí, esa es la impresión que usted ha dado a menudo: que si la gente es vaga o insensible, que si nada funciona bien, que si todo es un desastre...
- De acuerdo, esto no es Suiza. Ni siquiera es Teruel. Aquí hay que renunciar a muchas cosas a las que estamos acostumbrados. Pero a cambio estamos recibiendo tantas otras cosas maravillosas.
- Ponga un ejemplo
- Los hay a patadas: el puesto de frutas que tenemos en el mercado al lado de casa, sin ir más lejos. Es una gozada el surtido de productos que exhibe: bananas, mangos, papayas, piñas, sandías, melones, chikoos, granadas...
- También hay esas frutas en España.
- No digo que no, pero no pagará usted un precio irrisorio por ellas, ni las tendrá disponibles prácticamente todo el año, ni le atenderán siempre con una sonrisa de oreja a oreja. Y hablando de frutas, ¿qué me dice de los zumos?
- ¿Zumos? ¿Se refiere al tetra brik?
- ¡¡Ja, ja!! ¡¡El tetra brik!! Qué ingenuo es usted, caballerete. Sepa que en la India encontrará miles de puestos de zumos por las calles, donde en un santiamén le prepararán un exquisito extracto de la fruta que usted elija para refrescar el cuerpo.
- ¡Caramba!
- Sí, caramba. ¿Se va usted dando cuenta? Déjeme que le hable de la comida. Es algo exquisito. Verduras, currys, arroces, panes, legumbres, dulces... Todo es tan sabroso, tan sencillo pero a la vez tan suculento, con esos maravillosos toques de especias que utilizan para cualquier plato...
- Un momento: pero no hay carne ni pescado.
- Lo admito, mi furibundo amigo. Cierto que no se puede comer carne de vaca y que el pescado es difícil de encontrar lejos del mar. Pero hay pollo y cordero, y el pescado se puede encontrar si se sabe cuándo y cómo buscarlo. Aún así, le aseguro que no se echan tan de menos como usted se imagina, tan rica y variada es aquí la oferta gastronómica.
- No sé, no sé...
- Aahh, me parece que usted muestra el clásico recelo de los acomodados. Debería darse una vuelta por la India. Esto es un festival para los sentidos: está lleno de sabores, de olores, de colores.
- ¿A qué sabe?
- Ya le digo: a especies, a metai (dulces tradicionales de la India, le aclaro antes de que me pregunte), a frutas, a lassi (un yogur líquido que se toma dulce o salado), a té.
- ¿Y a qué huele?
- A inciensos; a tierra en el interior y a sal en la costa; a flores; a bidis (unos cigarritos que fuma la gente humilde), a los puestos de comida por la calle.
- ¿Pero también hay mal olor en cualquier lado, no?
- Ay, sí, huele mal muchas veces. Su resistencia merece que le responda con un tópico tantas veces usado: la India es el país de contrastes por excelencia.
- ¿Y de qué color dice que es?
- Del color de los saris de las mujeres, del color de las buganvillas, del color de las miles de telas y sedas de las tiendas, del color de las delicadísimas joyas que lucen en los escaparates de las joyerías, del blanco de los kurtas de los hombres en verano.
- Pues sí que lo pinta usted distinto. Reconozco que mi idea de la India estaba más cerca de un país atrasado y miserable.
- De usted y de tanta gente. ¿Con qué identifican a la India? Vacas escuálidas por la calle, el sistema de castas, la superpoblación, la miseria, el hambre. Sí, todo eso existe, pero lo milagroso de este país es que funcione y vaya para adelante a pesar de todas esas lacras.
- ¿Y cómo es eso posible?
- Creo que es gracias a su gente. La gente es humilde, amable, servicial. Sus vidas son sencillas, no tienen muchas posesiones, ni aspiran a tenerlas. No son avariciosos ni posesivos ni competitivos como los occidentales.
- ¿No está hablando de resignación?
- Sólo un occidental puede pensar que una persona humilde es una persona resignada. Los indios se contentan con lo que tienen y son felices (o al menos no son infelices) porque no aspiran a tener más. Si llegan a conocer el sentimiento de la frustración por no poseer más será porque los occidentales les hemos contaminado con nuestros “ideales”.
- Tal vez tenga usted razón.
- No sé si la tengo, pero es así como pienso. Aquí puede uno caminar frente a un poblado de chabolas y verá la vida en marcha: niños jugando, hombres trabajando, mujeres lavando... Es asombroso, es la India.