The Delhi experience

martes, agosto 24, 2004

En el cine

No hay muchas diversiones públicas (no cuentan las fiestas privadas que organizamos los guiris) en Nueva Delhi, pero siempre queda la opción de acercarse al cine, donde el entretenimiento está garantizado incluso al margen de la calidad de la cinta. Sobre todo si la película es local; o sea, de Bollywood.


El argumento estándar de una película india es simple: chico conoce a chica, se enamoran, hay problemas, se solucionan los problemas, final feliz. Entre medias suelen aparecer una serie de temas recurrentes, siendo los más manidos el conflicto India – Pakistán, las relaciones de pareja en ciernes que se enmarañan con la aparición de un tercero/a, suegra y nuera que se detestan (aunque pueden acabar haciendo las paces) y otras complicaciones en las relaciones familiares, el amigo/a confidente del/ de la protagonista... La historia debe desarrollarse durante un metraje no inferior a las dos horas y media (se suelen aceptar como adecuadas las tres horas de duración), con preceptivo descanso a media película y visita al bar y/o aseos.


Es imprescindible que los actores sobreactúen, que ellos estén mazas y ellas insinuantes, que aparezca algún badulaque en papel secundario para hacer reír al público, que salgan muchos exteriores (si el presupuesto lo permite, que sea Dubai, Sydney, Londres o Nueva York), que el guión construya un buen masala de momentos para la risa y para el llanto (aunque a veces no quede del todo claro cuáles con cuáles) y, sobre todo, incluir varios números musicales, vengan o no a cuento (tampoco venía muy a cuento que de repente se pusieran a cantar en cualquier escena en los musicales americanos y a nadie le parecía extraño), con canciones que en caso de éxito alcanzan números uno de popularidad, y eléctricos bailes en los que los actores demuestran con sus dotes para la danza que son algo más que meros iconos decorativos, algunos en la categoría de semidioses.


Fundamental es que la película contenga el adecuado toque spicy. La sensualidad siempre debe estar presente, aunque en un país tan pudoroso o reprimido como la India todo el asunto erótico-festivo debe limitarse a la sugerencia y a dejar que las omitidas escenas carnales se desarrollen en la imaginación del espectador, pero nunca ser proyectadas en la pantalla. Los actores jamás se besarán, aunque en los exuberantes números musicales dedicados al cortejo amoroso se devoren visual y gestualmente, con sus ligeras ropas y largas cabelleras ondeando bajo ventoleras generadas por potentes ventiladores.


No menos entretenido que el argumento de la película es observar las reacciones del público local, que se comporta a menudo como en la platea de un teatro: como si los fotogramas pudieran apreciar sus reacciones, los espectadores aclaman las proezas del héroe, vitorean la muerte del villano, silban en las escenas picaronas y despiden los títulos de crédito con aplausos. Los cines indios no son recomendables para maniáticos de la tranquilidad y puristas enemigos de las viandas en la sala: los móviles suenan tan a menudo como en el restaurante del VIPS de Serrano a la hora de comer, las madres ven la película con sus escandalosos churumbeles en brazos, y un combo compuesto de hot dog + palomitas gigantes + refresco cuesta la irresistible cantidad de 90 rupias (1,5 euros).


¿Quién da más diversión?

Fotos del último viaje a Ladakh en http://photos.yahoo.com/charliter