The Delhi experience

martes, junio 22, 2004

Veena

Veena es nuestra criada

¡¡¡¡¡¡¡MMMMMEEEEECCCCC!!!!!!!!


¿Qué fue eso? Ah claro, bocinazo del detector de expresiones políticamente incorrectas. Rectifico: Veena es nuestra sirvienta, asistenta, mucama, chica, doméstica, muchacha, doncella o maritornes, como se la prefiera denominar (¿mejor?).

En la India es normal que todas las familias tengan por lo menos una persona ayudando en la casa. Es otra consecuencia de la superpoblación, no todo el mundo puede tener un empleo, por muy mísero que sea, así que mucha gente se dedica a servir en casas de otros, normalmente los de castas bajas en las casas de castas superiores. Incluso las familias modestas tienen su servant, y no sólo una, pueden tener dos o incluso tres. La gente con dinero posee auténticos ejércitos de sirvientes. Nuestra vecina, por ejemplo, una señora de posibles, tiene jardinero, chofer, cocinera, mayordomo y otro lacayo de actividad no identificada que se pasa el día en la puerta de la casa aparentemente sin otra ocupación que dejar pasar las horas.

Trabajar en casa de unos guiris como nosotros es un privilegio para cualquier nativo. Generalmente, los indios pagan una miseria a sus sirvientes, les mantienen en régimen de semiesclavitud y les tratan de forma despótica. Nosotros los occidentales somos infinitamente bondadosos en comparación, y les pagamos con mucha más generosidad, aunque sus tarifas sigan siendo ridículas para los estándares europeos (la nuestra nos cuesta 3.500 rupias al mes, unos 60 euros). Siempre hay que tener un ojo encima de ellos, eso sí, para que no desaparezcan sospechosamente rápido los plátanos recién comprados o el rollo de papel Albal, vigilar las vueltas de la compra o para que la capa de polvo no impida leer las cubiertas de los libros de la estantería.

A Veena la heredamos de los antiguos moradores de la casa, una pareja de franceses (Sisú y Tití). Es de Kerala, tiene 32 años y dos hijos de 15 y 11 (cifras aproximadas). La verdad es que es muy buena persona, honrada (no nos sisa más que lo imprescindible), cariñosa, sonriente y bienhumorada como la mayoría de la gente del sur. También un poco lerda, todo hay que decirlo. Viene todos los días entre las 9:30 y las 10, no viene sábados y domingos porque no queremos que venga esos días, si no también estaría aquí, y se marcha una vez ha terminado de recoger después de comer, cuando no la despachamos antes.

Algunos conceptos relacionados con la intendencia doméstica no los tiene del todo bajo control: hay que explicarle una y otra vez que el polvo desértico que invade la casa continuamente debe limpiarse cada día, o que no es necesario echar cinco chorros de Cristasol para limpiar una ventana. El mayor inconveniente es que sus fundamentos de cocina son tan básicos que todo su repertorio gastronómico se agotó en la primera semana. También tiene un problema de falta de iniciativa: todo le tiene que ser dicho, porque de motu propio nunca hará nada. Es necesario ser paciente, una vez descartada la opción de tratarla a latigazos. Al menos mantiene la casa ordenada y limpia, lava (a mano, no tenemos lavadora), plancha (o lo intenta), hace la compra... Hay que reconocer que es un lujo (asiático) que sólo disfrutaremos este año, no quiero pensar lo duro que será volver a tener que fregar platos.

Al principio resultaba extraño tenerla todo el día merodeando por la casa, pero ya me he acostumbrado a su presencia, bastante silenciosa por otra parte. Yo para ella soy el “master”, y le inspiro una mezcla de temor, respeto y devoción. Hay momentos en los que no está haciendo nada, tampoco somos una familia con niños, perros o fauna similar, por lo que muchos días sus quehaceres son bastante reducidos. Sin embargo, si aparezco cerca suyo aparentará siempre tener alguna ocupación, ordenar por enésima vez los trapos de la cocina o alinear los zapatos en la estantería de los zapatos. Alguna vez le he dicho que ponga la radio para entretenerse, o incluso que se siente cuando quiera y descanse un rato, instrucciones que obedece al momento y olvida al día siguiente. Sería más divertido tener una doncella al estilo Florinda Chico, de aquellas que hacen el papel de madres adoptivas, pero en fin, qué se le va a hacer.

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